Células Madre

Cada célula es un cosmos, con una organización interna –en..

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Células Madre

Cada célula es un cosmos, con una organización interna –en la que apoyar el desarrollo de las funciones vitales- y con unas capacidades de relación con el medio externo, que suponen tanto la recepción de estímulos del exterior como el desencadenamiento de respuestas apropiadas. La “materia organizada” de los seres vivos se propaga a través de la reproducción celular. La vida celular está abierta a la novedad, precisamente por la propia naturaleza de su organización.

Las investigaciones actuales sobre las “células madre” nos abren al mundo de la potencialidad celular, la que hace que el organismo de cualquier mamífero -el hombre incluido- surja del crecimiento y desarrollo de una sola célula, que ha de dar lugar a un ser vivo con trillones de células, pertenecientes a más de doscientos tipos diferenciados en órganos y tejidos. Empezamos a entender algo de esta capacidad fascinante de las células y podemos ya utilizarlo para plantear la curación de algunas enfermedades.

Encrucijadas en el desarrollo celular

«La vida celular está abierta a la novedad, precisamente por la propia naturaleza de su organización.» El cigoto, la célula de la que deriva el organismo completo de cualquier mamífero, lleva información genética a partes iguales de los dos progenitores. El desarrollo embrionario y fetal conduce al nuevo organismo. Las encrucijadas en las que se decide la diferenciación celular aseguran esa variedad de tipos celulares que integran el organismo adulto. Desde el cigoto, las células que van surgiendo tienen un potencial de crecimiento y diferenciación, dependiendo del grado en que se van comprometiendo para generar los distintos linajes celulares.

El cigoto es totipotente porque de él derivan todas las células del nuevo organismo, incluso las que dan lugar a la placenta. Las células de las primeras etapas del embrión son pluripotentes puesto que de ellas pueden surgir la mayoría de los linajes celulares distintos. Incluso en el adulto hay células con capacidad de diferenciarse, a las que se denomina células multipotentes.

La posibilidad de manejar en el laboratorio células de origen embrionario, pluripotenciales, y células adultas, multipotenciales, ha despertado enorme interés al tiempo que intentos de aplicarlas en terapias para la regeneración de órganos o tejidos que han sufrido degeneración patológica. Es fundamental conocer las características y posibilidades de unas y otras, para establecer su posible aplicación en Medicina.

La reprogramación celular

«Es fundamental dar pasos firmes, no despertar falsas expectativas y priorizar aquello que se revela como eficaz.» El recorrido de una célula de animal a través de las encrucijadas en las que se va comprometiendo en determinadas direcciones para su desarrollo no es irreversible. Hay algunos caminos para volver atrás ya conocidos, y otros sin duda están por descubrir. El gran salto, la demostración de que la reprogramación del desarrollo es posible, llegó con el experimento que dio lugar a la clonación de la oveja Dolly. El valor científico de este experimento está en demostrar que el núcleo de una célula adulta, diferenciada a término, no había sufrido modificaciones irreversibles en su material hereditario, sino que transplantado al citoplasma de un ovocito, privado de su propio núcleo, fue capaz de generar un embrión que adecuadamente gestado originó un animal clónico.

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Se abre la vía -no una sino muchas- para la reprogramación celular. La clonación de mamíferos demuestra también que el fenómeno está sujeto enormes limitaciones; la mayor parte de los embriones clónicos son inviables o monstruosos. Su aplicación en humanos suscita multitud de reservas éticas, pero la demostración científica de la clonación animal abre posibilidades a la reprogramación celular en contextos éticamente aceptables.

Las células madre en el camino hacia la clínica

Desde el punto de vista científico, es importante y urgente aclarar los detalles del programa genético, las influencias epigenéticas y los factores que controlan procesos de tanta complejidad y tan maravillosamente diseñados, como para que las células “decidan” su camino en las encrucijadas biológicas en las que han de optar.

Pero la posibilidad de utilizar todo este potencial para aplicarlo en medicina, el que algún día esos resultados den lugar a terapias de enfermedades sin tratamiento o que actualmente se abordan de forma precaria, atrae notablemente. Es fundamental dar pasos firmes, no despertar falsas expectativas y priorizar aquello que se revela como eficaz. El imperativo de respeto a un marco de referencias éticas resulta esencial igualmente, y hace necesaria la búsqueda de un consenso adecuado.

El abordaje de cualquier tratamiento en humanos requiere “pruebas de concepto”, es decir, evidencias experimentales de que la terapia puede funcionar, así como la realización de la correspondiente experimentación clínica en las condiciones de seguridad que requiere el respeto de toda persona. Para ello, todo el conocimiento científico es útil, pero no cabe duda de que el avance de las terapias con células adultas resulta extraordinariamente revelador, mientras que no existen marcos de seguridad para aplicar terapias con células de origen embrionario. Esto último sería igualmente aplicable a las hipotéticamente derivadas de embriones clónicos, a pesar de su histocompatibilidad con el organismo al que se aplicaran.

Las terapias con células madre, ya en marcha, son de carácter experimental y se llevan a cabo exclusivamente con células madre adultas. Tratamientos de cardiopatías avanzadas con células madre de la médula ósea; regeneración ósea y cartilaginosa con el mismo tipo de células; abordaje de procesos inflamatorios intestinales crónicos y fístulas de diversos tipos con células progenitoras obtenidas de la grasa; son ejemplos limitados de terapias experimentales que anticipan lo que pueden ser en el futuro los tratamientos con células madre, fundamentalmente autólogas.

Las células madre en la sociedad actual

Cuenta mucho en el debate actual sobre las células madre, la demanda de cuidados de salud, la exigencia de convertir -cuanto antes- el conocimiento científico en soluciones para las enfermedades incurables. No está ausente la posibilidad, incluso, de aumentar la expectativa de vida de cada cual.

«Los poderes públicos deciden, pero han de hacerlo en nombre de la sociedad a la que representan.» Pero la investigación y, en su caso, la aplicación de terapias basadas en células madre de origen embrionario afectan a la raíz misma de la concepción sobre la vida humana y el valor que merezca el embrión humano en sus primeros estadíos de desarrollo. La reproducción humana asistida mediante fecundación in vitro, que se desarrolló hace casi treinta años, ha abierto espacios para la intervención sobre esos procesos que hasta entonces eran imposibles.

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Se impone el debate ético porque de la valoración que se tenga de la vida humana se pueden derivar consecuencias de todo tipo. En la sociedad actual, este debate se ve afectado por el pragmatismo de quienes demandan aplicaciones rápidas del conocimiento obtenido. Además, la tentación de suscitar falsas expectativas como justificación de cualquier iniciativa investigadora hace su aparición en un contexto en el que la complejidad técnica de las investigaciones que se proponen disuade a muchos de valorar la significación ética de las mismas. Los poderes públicos deciden, pero han de hacerlo en nombre de la sociedad a la que representan. Los comités de ética y demás instancias integradas por expertos han de analizar, iluminar el debate, proponer, pero la decisión de la sociedad debe estar basada en un conocimiento de lo que está en juego.

La apuesta del autor es que la consideración especial que la vida humana merece desde sus primeras etapas, no tiene porque ser revisada en función de los hallazgos alcanzados. Más bien, se pone de manifiesto que la creación y utilización permanente de embriones humanos, para tratamientos, no es ni necesaria ni deseable. Los avances con células madre adultas hacen que éstas merezcan prioridad. La protección del embrión humano, desde los primeros estadíos, supone extender la mejor valoración que la especie humana ha hecho de si misma, a todas las etapas de las que consta su existencia.